Reseña de la obra de la compañía teatral Moby Dick
Por Héctor Ismael Sermeño (*)
La tragedia y el drama son géneros teatrales. Evidentemente extraídos de la realidad para ficcionarlos, y ya desde Aristóteles, para representarlos en un escenario; son productos artísticos con esencia y conciencia muy humanos, que reflejan dolor y horror.
Las guerras son trágicas y dramáticas, sin embargo han sido una constante en la mayoría de las sociedades desde el principio de los tiempos. Los contrincantes serán buenos o malos, según el bando al que pertenezcan y quienes las narren. La moral y la ética deberán utilizarlas quienes hagan las interpretaciones, lo cual resulta muy complejo; ya que definir a cada bando requiere de una objetividad macro. Las emociones y el recuerdo se vuelven un solo sentir. ¿Con qué o cuál dato nos quedamos? Las justificaciones, a veces, son tan solo explicaciones. Definitivamente, las guerras no deberían existir, sobre todo cuando los inocentes son los que más padecen. Pero la humanidad es así.
El Salvador finalizó en 1992 y después de doce años, la guerra más larga en la que ha participado. Fue contra sí mismo y entre sí mismo. Igual fue trágica y dramática. La Isla de la Pólvora Negra, es el gran drama escrito para el teatro sobre la guerra en abstracto, por lo que se vuelcan todas las guerras en él. Una situación que nos supra sensibiliza.
Santiago Nogales, autor hispano-salvadoreño, escribió esta tercera parte de su trilogía sobre la violencia. El impresionante texto cargado de poesía de la mejor clase, en donde lo subjetivo se vuelve tremendamente objetivo, por paradójico que se lea, fue transformado en dramaturgia de la mejor escrita en El Salvador. No es un drama falsamente aristotélico de los falsos tres tiempos; es un drama de superior intensidad y sentido del teatro, vuelto colofón de “Vecinas” y “Última calle poniente”, las otras obras de la trilogía; con la mayor dignidad posible en un país como el nuestro, que le hace alcanzar categoría universal.
La obra teatral con sentido poético es muy antigua, muchas obras clásicas griegas, romanas, medievales y renacentistas eran en verso. De hecho el autor Nogales incluye textos de Lope de Vega al principio de la obra. El positivo valor de la actualización es lo que alcanza el dramaturgo con inigualable solvencia.
Los personajes son tres mujeres sobrevivientes de la guerra; sus horrores, su dolor, sus recuerdos, su angustia y cualquier sentimiento o emoción provocada por el hecho histórico fundamental que las marcó: la muerte. La muerte en la guerra ¿la peor muerte?, ¿muerte con violencia o sin ella?, ¿hay muertes mejores o peores?
El elenco es definitivamente superior: una estupenda Dinora Cañénguez, muy en papel; una intensa Rosario Ríos, quien se consagra en este montaje y la magnífica y sobresaliente primera actriz Mercy Flores cuya presencia escénica de alta categoría y su gran talento, la vuelven ya una garantía para las puestas en escena salvadoreñas. Tres de las mejores actrices que El Salvador posee actualmente, invaden y llenan el escenario, con una soberbia integración de personajes y texto pocas veces visto en un montaje de una obra nacional. El teatro salvadoreño es, ahora sí.
El uso de la correcta escenografía y las luces le dan una plasticidad visual al montaje, igual que en sus predecesoras, las Vecinas y la Última calle poniente. Los detalles del movimiento escénico son cuidados al máximo y las protagonistas lo aprovechan mejor. La buena música en vivo, de Juan Carlos Berríos, enriquece el movimiento y el ritmo de la obra. Las caracterizaciones y el vestuario también son fuera de serie. No dejan de recordar con este buen trabajo, el uso que hacen los españoles de “La Zaranda” de los elementos escenográficos. No quiero decir que es una imitación, es solo una remembranza de lo bueno.
Santiago Nogales es el autor del texto y el director de la puesta en escena. Debo reconocer su gran capacidad para ambas actividades. La trilogía, muy buena, fue in crescendo. La Isla de la Pólvora Negra es uno de los mejores textos dramáticos escritos en El Salvador; al mismo tiempo uno de los mejores montajes. Una puesta en escena que nos pone en una categoría muy internacional y de la que, sin concursos de por medio, nos coloca a una altura dramatúrgica y teatral nunca antes vista, desde que Alvaro Menén Desleal pariera, desde El Salvador para el mundo, su “Luz Negra”.
(*) Escritor, historiador y crítico de artes.
Fotografía por Walter García.
Fotografía por Walter García.
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