jueves, 3 de junio de 2010

La última en Perú








Hacer teatro en Centroamérica
es un ejercicio de resistencia.
Se dan a diario
todas las condiciones
para tirar la toalla,
para pasar página,
para romper la página,
para amarrar muchas toallas
y escaparse como los presos
en los cómics o en las películas
de serie B. Para salir corriendo.

Parir espectáculos
sin circuito al que dirigirlos,
en el que poder venderlos,
es sinónimo de engendrar vida
para despues no procurar
que sean mejores que tú.
Los montajes teatrales crecen,
igual que nuestras hijas,
gracias a que se les proporciona
una dieta equilibrada
y se les procura atención sanitaria
cuando llegan los quebrantos de salud.
El alimento básico
de un espectáculo teatral
es la representación.
Un espectáculo aparcado
en el local de ensayo
es lo mismo que una actriz que no trabaja,
no es nada,
no vive,
no respira.
Por eso desde esta Centroamérica doliente
preconizo un acto de espíritu puramente anarquista.
No es otro que seguir desafiando
al imperio de la incultura con bombas teatrales.
Hay que seguir poniendo bombas, por lo menos una al año.
Hay que seguir estrenando bombas.


Quiero mandar un abrazo fraterno a la gente que organiza el Festival UCSUR por habernos acogido y permitir que pongamos una bomba en Lima.
A Juan Sánchez le mando no uno sino mil, por lo que ha hecho por nosotros y por lo que sigue haciendo.
A mis actrices les mando muchos más y espero que entre todos estén generando un “polvorín”, un “arsenal” con cuyas armas se remueva alguna conciencia anquilosada, se derriben prejuicios y se siembre el continente con las semillas de la solidaridad, la multiculturalidad y la tolerancia. ¡Qué menuda falta nos hace!

Un abrazo para todos y todas desde el Valle de las Hamacas.

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